III
CÓMO SE GOBIERNA UN PUEBLO...
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El hijo del gran jefe sabía que pronto tendría que reinar, su padre estaba anciano y la tradición lo ponía a él a la cabeza de su gente...
Estaba muy preocupado, ¿dónde se aprendía a reinar?, ¿quién ayudó a su padre, a su abuelo, quién lo ayudaría a él?, de noche no dormía pensando en esto, cómo saber si lo que se hacía era lo mejor para ellos, para la historia de su pueblo, cómo saber que lo que llevara a cabo hoy, sería acertado para el futuro... aquellas ideas lo tenían obsesionado.
Pero por más que pensaba no encontraba respuestas. Uno de aquellos días en que paseaba reflexionando por allí invocó la ayuda de los dioses, se detuvo frente a uno de los lagos más bellos jamás visto por ojos humanos y allí Gritó: ¡Oh Dioses magníficos, oh Dioses de mis antepasados, ayúdenme a reinar!...
Del centro del agua, en el mayor alboroto, apareció una figura refulgente de luz y oscuridad a la vez, inmensa, tan grande que se perdía entre las nubes, el adorno de su cabeza: maravilla infinita de poder y luz lo dejó perplejo, el miedo invadió sus piernas pero aun cuando quería correr sin parar, la curiosidad y algo dentro de él le decía que esperara, finalmente la imponente figura le habló: "sé de tus angustias, ven conmigo" y con un salto lo abrazó y se zambulleron en el agua, a pesar de que el futuro jefe no se sintió mojado estaban en el centro de las aguas, era todo tan hermoso, contempló en los brazos de aquel dios la belleza de los mares profundos, y de todas sus criaturas.
Estaba todavía extasiado cuando salieron a los aires y, desde la mayor de las alturas, admiró el mundo entero en toda su magnitud, no podía contener tanta belleza. Nuestro jefe sentía que estallaba cuando estuvieron volando entre los valles, contemplaron todos los animales de la creación, todas las plantas y los vegetales, sintió el alma de cada piedra, de cada grano de arena, de cada partícula de aire, sintió en toda su sangre el pulso de la Tierra, suavemente el gran dios lo depositó en el mismo sitio del que lo había tomado.
Sentía el éxtasis y en su corazón estaba la certeza: nadie te enseña a gobernar, las leyes eran: dejar todo igual o mejor, no tocar lo innecesario y no pelear. Se sintió preparado, no importaba los errores que podría cometer, era un mortal no un dios, pero... estaba claro: A los hombres y a las mujeres no les pertenece la Tierra y así lo enseñarían por siempre a sus hijos , somos (los hombres y las mujeres) junto con todo lo demás, los que pertenecemos a la Tierra ...